TAQUICARDIA

POR FABIÁN MARTÍNEZ

Aunque con un evidente control de acceso y de manera descarada se prohibió la entrada a los representantes de los medios de comunicación durante el evento donde estuvo presente la presidenta de la República, Claudia Sheinbaum, las protestas ciudadanas por la falta de apoyos del gobierno estatal no se hicieron esperar.

Con esta, ya es la tercera ocasión en que la jefa del Ejecutivo federal visita la zona afectada por las inundaciones, en especial Poza Rica, una región que sigue intentando levantarse entre el lodo, la contaminación y el olvido burocrático.

En su primera visita, Sheinbaum fue recibida con fuertes reclamos y abucheos. Cuentan testigos que la molestia fue tal que descargó su enojo contra la gobernadora Rocío Nahle y todos los funcionarios que se le pusieron enfrente.

Los regaños no fueron simbólicos ni discretos, fueron directos, públicos y tan duros que dejaron en evidencia el desorden institucional que impera en la atención a los damnificados.

En su segunda aparición, la mandataria optó por una visita “silenciosa”, prácticamente sin presencia de medios, intentando evitar nuevos enfrentamientos. Pero ahora, en esta tercera ocasión, el libreto fue el mismo, cerrar las puertas a la prensa para mantener el control del mensaje. Sin embargo, las inconformidades volvieron a hacerse escuchar.

En pleno evento de entrega de apoyos, habitantes acusaron a la gobernadora Rocío Nahle de excluir a personas y sectores que aún no reciben ayuda, pese a que han pasado semanas desde la tragedia. Las condiciones, aseguran, siguen igual que el primer día después de la inundación, es decir calles anegadas, viviendas perdidas, contaminación y una grave escasez de agua potable.

Dicen quienes estuvieron cerca que bastaba ver el rostro de Rocio Nahle para entender que los regaños de Sheinbaum no son cariñitos. Y es que, mientras el discurso oficial habla de reconstrucción y esperanza, la realidad muestra una población que sigue esperando respuestas y resultados.

En Poza Rica, algunos pobladores mantienen la calma porque han comenzado a recibir apoyos económicos, pero todos saben que eso no basta. Lo peor podría estar por venir, como los efectos de la contaminación y la falta de agua ya amenazan la salud de cientos de familias.

La presidenta debe saber y seguramente ya lo sabe, que en Veracruz no todo brilla como se le quiere hacer ver. La gente tiene memoria, y las inundaciones no solo dejaron lodo, también dejaron hartazgo, desconfianza y la sensación de que los verdaderos damnificados son los de siempre, los ciudadanos comunes.

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