Un nuevo día ha amanecido sobre dos países desolados por la tragedia. Cientos de miles de personas en Turquía y Siria han pasado la noche en sus vehículos o agolpados en polideportivos y refugios, algunos incluso en la calle tratando de luchar contra las bajas temperaturas con fogatas improvisadas. Sus hogares son un montón de cascotes, se han visto dañados o temen que lo hayan sido y que puedan derrumbarse con el paso de las horas.
Muchos de ellos esperan noticias de sus seres queridos, atrapados bajo los escombros. La cifra de muertos no para de aumentar: por el momento, 7.266 entre ambos países, pero se teme que el número final sea muy superior. Además, hay más de 35.000 heridos. El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, ha declarado el estado de excepción en las zonas afectadas por el terremoto, que estará en vigor al menos durante tres meses.
El Gobierno de Turquía informó de que, casi 40 horas después del primer terremoto, de magnitud 7,8, se han computado 5.434 muertos y más de 31.000 heridos, según ha detallado el ministro de Sanidad, Fahrettin Koca. En Siria, la cifra de fallecidos asciende a 1.832 y los heridos se cuentan por miles, sumando aquellos en zonas bajo control del Gobierno y aquellos en territorio controlado por los rebeldes. Pero la destrucción es tal ―solo en Turquía ya se han computado más de 5.000 edificios completamente destruidos por los seísmos y sus fuertes réplicas― que la Organización Mundial de la Salud (OMS) teme que el número de muertos continúe aumentando hasta superar los 20.000. “Por desgracia vemos lo mismo en todos los terremotos. Los números iniciales de personas muertas o heridas se incrementarán significativamente esta semana”, explicó Catherine Smallwood, encargada de emergencias en Europa de la OMS.
Según la agencia de gestión de emergencias de Turquía (AFAD), 16.400 efectivos de salvamento, tanto de la agencia turca como llegados del extranjero, han trabajado durante toda la noche retirando escombros y abriendo túneles para tratar de rescatar a quienes todavía quedan entre las ruinas. Las primeras 48-72 horas de trabajo son cruciales para hallar supervivientes; después, las probabilidades de que quienes han quedado atrapados permanezcan con vida se reducen considerablemente, más aún teniendo en cuenta que, durante la noche, muchas de las provincias afectadas han registrado temperaturas bajo cero, lluvia o nieve. Según el vicepresidente turco, Fuat Oktay, cerca de 8.000 personas han sido rescatadas ya de entre los escombros.
Imágenes fuertes, se recomienda discreción.
Es una tarea pesada y delicada, que exige del esfuerzo de decenas de personas y que se ve obstaculizada por las continuas réplicas (unas 300, según AFAD). Por ejemplo, en la ciudad de Kahramanmaras, en torno a las cinco de la mañana hora local (dos horas menos en la España peninsular), los equipos de emergencias lograban rescatar con vida al joven Can. Lo habían localizado horas antes, pero este adolescente de 14 años había quedado atrapado por los bloques de cemento y vigas de varios pisos que se le vinieron encima, según mostró la cadena CNN-Türk. Finalmente, tras cuatro horas de trabajo, pudo ser extraído del esqueleto del edificio y trasladado a un hospital sin heridas de demasiada gravedad.
Pero también ha habido denuncias de varias localidades afectadas a las que no ha llegado la ayuda, especialmente en la provincia turca de Hatay, situada entre la costa mediterránea y la frontera siria. En vídeos publicados en las redes sociales, vecinos de la zona piden a las autoridades el envío de equipos especializados porque, sin maquinaria, no pueden liberar a las personas atrapadas. “Han pasado 25 horas y esta es la situación”, explicaba Baris Atay, vicepresidente del Partido Obrero de Turquía, en un vídeo enviado a los periodistas y grabado ante un edificio derruido de la ciudad de Antioquía en el que no se estaban desarrollando labores de rescate: “Dentro está un amigo mío. Sigue con vida, solo tiene un pie roto. Estamos tratando de sacarlo, pero no podemos trabajar porque está oscuro. Hay un grupo de trabajadores de la construcción que se han ofrecido como voluntarios y están sacando a gente de otros edificios derruidos, algunos muertos, por desgracia. Pero fuera de estos trabajadores voluntarios no hay nadie, a esta gente la están dejando morir”.
Profundas grietas
La luz del nuevo día ha permitido advertir el alcance de la destrucción. En las provincias atravesadas por la falla del este de Anatolia, la tierra se ha abierto en profundas grietas, inutilizando carreteras y la pista del aeropuerto de Hatay. El asfalto de la carretera que lleva desde Antioquía a Reyhanli ―una de las puertas de entrada de productos a Siria― está tan cuarteado y fracturado que ha sido cerrada al tráfico. Imágenes del puerto de Alejandreta (Iskenderun), el más importante de la zona, muestran los grandes contenedores navales esparcidos por el suelo por la fuerza de los temblores, como si fuesen simples cajas de cartón arrastradas por el viento, y grandes grietas en el suelo. Por si fuera poco, en el puerto se ha desatado un gran incendio que equipos de la Guardia Costera están tratando de sofocar. Todo ello dificulta su utilización para la llegada de ayuda humanitaria y equipos de salvamento.
De hecho, todavía se desconoce dónde atracarán los buques Juan Carlos I y Galicia de la Armada española que el lunes por la tarde pusieron rumbo hacia Turquía con 500 infantes de Marina y material de ayuda para las víctimas del terremoto. La asistencia movilizada desde el extranjero ya está empezando a llegar a la zona y los especialistas se han desplegado. Pero los dos aviones militares enviados por España con sendos equipos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) y bomberos no pudieron aterrizar esta madrugada en el aeropuerto de Adana por la congestión de aeronaves y tuvieron que hacerlo en el aeropuerto de Antalya, donde las tripulaciones pasaron la noche y desde donde volarán a la zona siniestrada a lo largo de este martes.
El ministro de Medio Ambiente y Urbanismo, Murat Kurum, explicó que en Turquía, 13,5 millones de personas se han visto “directamente afectadas” por el terremoto y aseguró que el Gobierno trabaja para hacerles llegar ayuda y solventar los problemas en las infraestructuras, por ejemplo, enviando estaciones móviles de producción eléctrica, ya que la red eléctrica ha sufrido daños en muchos puntos. Cientos de miles de personas han pasado la noche fuera de sus hogares. Según el vicepresidente turco, 338.000 han sido alojadas en residencias de estudiantes, universidades y escuelas. Se han abierto decenas de polideportivos donde, según las imágenes de las televisiones turcas, se agolpan los damnificados. Pero también hay personas que han pasado la noche en sus vehículos o en la calle. Las temperaturas en localidades como Malatya han descendido durante la noche hasta los 5 grados bajo cero y, precisamente en esta ciudad, se prevé que las nevadas continúen durante el martes. El ejército advirtió la noche del lunes de la necesidad de tiendas de campañas porque se están estableciendo campamentos para acoger a quienes no pueden regresar a sus hogares. En toda Turquía, organizaciones de diverso tipo ―desde escuelas a ayuntamientos y ONG― han pedido la donación de mantas, estufas móviles, ropa de abrigo, productos para bebés y de higiene femenina y comida enlatada para enviar a la zona del terremoto. La Media Luna Roja ha llamado a una movilización nacional para donar sangre.
Petición de ayuda de Siria
En el noroeste de Siria, bajo control de grupos rebeldes, más de 200 edificios se han venido abajo y al menos 325 están dañados, según un recuento de la ONU. Esto incluye almacenes de ayuda humanitaria en una zona muy dependiente de ella y donde se concentran tres millones de desplazados por más de una década de guerra, que ya de por sí vivían en condiciones muy precarias: casas abandonadas, hogares prefabricados, chabolas y tiendas. “El tiempo se acaba. Hay cientos de personas atrapadas bajo los escombros y cada segundo cuenta para salvar vidas. Llamamos a todas las organizaciones humanitarias y a los órganos internacionales a que suministren apoyo material y asistencia a las organizaciones que están trabajando en esta catástrofe”, publicó en Twitter la cuenta de los Cascos Blancos, una organización activa en las zonas rebeldes de Siria que habitualmente se dedica a rescates en zonas bombardeadas. Bassam Sabbagh, representante del Gobierno sirio ante la ONU, se reunió el lunes con el secretario general de esta organización, António Guterres, y prometió que la ayuda internacional “llegará al territorio de toda Siria”, incluidas las zonas bajo dominio de otros actores. Las organizaciones internacionales habían pedido al régimen de Damasco que permita el paso de la ayuda humanitaria sin restricciones.
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